I never tried to trick you babe
I just tried to work it out
But I was swallowed up by doubt
If only things were black and white– Marcus Mumford
Esta es una pequeña reclamación de lo que fuimos, un recordatorio para dejar constancia que el tiempo tiene la mala costumbre de hacernos olvidar los hechos.
Es un pensamiento caducado de un día gris, que a mí me llega cuatro años tarde y a ti ni se te habrá cruzado por la mente.
Es la duda en papel de qué hubiese pasado si nos hubiésemos llamado una vez más después de aquel adiós traducido en corte de respiración.
No es más que un juego de la imaginación, que tarde o temprano siempre acaba traicionando y crea escenas de película que jamás sucederán.
Esta sería, simple e íntimamente, la historia de nosotros, si tú no fueses tú y yo no fuese yo.
Viviríamos lejos, eso sin duda. Nos la habríamos jugado juntos, como hacen los equipos de verdad. Me fui e hicimos lo que mejor se nos pudo dar: ser el estereotipo fiel de lo que pasa con la distancia. La versión imperfecta. El ejemplo a no seguir.
Nos despertaríamos por las mañanas juntos con ganas de vivir. Yo no me escaparía por tu ventana y tú habrías logrado cumplir tus sueños. Ahora caigo por primera vez en que nunca me llegaste a contar ninguno de ellos. En realidad, no dio tiempo a que me contases muchas cosas. A pesar de ello nunca me quise despegar de ti, aunque tres semanas antes ni te ponía cara.
Y lo más importante, no habría dudas ni secretos, ni dobles juegos ni puertas traseras que siempre llevaban a la misma habitación. A los veinte nos mantenían con el corazón acelerado hasta las mil pero, después, tú te agarraste de más a ellos y a mí me empezaron a sobrar. Todo estaría bien porque tú seguirías estando en un pedestal para mí y yo seguiría siendo lo más bonito que habías visto y verías en tu vida. Tal cual. Sin más complicaciones ni dilaciones.
Y no necesitaríamos mucho más. Todo así de fácil. Habríamos encontrado el equilibrio perfecto entre tu carácter y el mío, por inexistente que resultó ser. Habría cobrado sentido eso del ying y el yang.
No nos habríamos perdido en los detalles, a los que quizás les dimos demasiada importancia. Habríamos apostado un poco más por nosotros y un poco menos por todo lo demás. Nos habríamos dado cuenta a tiempo de que las cosas buenas hay que cuidarlas como si se tratase del cristal más fino y el orgullo existiría en otra dimensión que no fuese la nuestra. Habríamos sabido distinguir entre beber para recordar o beber para olvidar. Quizás habríamos jugado a otro juego más equilibrado y nos habríamos dado cuenta de que la suma de uno y uno debería ser dos, no tres. No nos habríamos dejado la piel en batallas perdidas ni en guerras invisibles. Todo habría sabido un poco menos a ceniza, las heridas habrían sido menos profundas y los problemas más superficiales. Habríamos pedido permiso en vez de pedir perdón y habríamos sabido distinguir perfectamente la diferencia entre lo correcto, a lo que yo le prestaba mucha atención, y lo adecuado, de lo que tú no habías oído hablar jamás. Habríamos triunfado, a pesar de nada, y habríamos conseguido tachar juntos en el calendario un amanecer más.
Se pueden establecer muchas teorías en cuanto a lo ocurrido, y créeme cuando te digo que habré construido infinitas. Quizás lo alargamos y desgastamos demasiado o a lo mejor era algo que en el comienzo ya estampamos una fecha de caducidad.
Pero lo único que sé seguro es que no nacimos con freno y marcha atrás.
Que ir a mil por hora era pura adrenalina.
Y que pasó lo que pasó precisamente porque tú fuiste tú y yo fui yo.
– Z
Fotografías: Anónimo, Catherine Deneuve en el set de Les parapluies de Cherbourg (1964)