La historia de nosotros (si tú no fueses tú y yo no fuese yo)

I never tried to trick you babe
I just tried to work it out
But I was swallowed up by doubt
If only things were black and white

– Marcus Mumford

tumblr_mykxxoPzoM1scwp63o1_500

Esta es una pequeña reclamación de lo que fuimos, un recordatorio para dejar constancia que el tiempo tiene la mala costumbre de hacernos olvidar los hechos.

Es un pensamiento caducado de un día gris, que a mí me llega cuatro años tarde y a ti ni se te habrá cruzado por la mente.

Es la duda en papel de qué hubiese pasado si nos hubiésemos llamado una vez más después de aquel adiós traducido en corte de respiración.

No es más que un juego de la imaginación, que tarde o temprano siempre acaba traicionando y crea escenas de película que jamás sucederán.

Esta sería, simple e íntimamente, la historia de nosotros, si tú no fueses tú y yo no fuese yo.

1

Viviríamos lejos, eso sin duda. Nos la habríamos jugado juntos, como hacen los equipos de verdad. Me fui e hicimos lo que mejor se nos pudo dar: ser el estereotipo fiel de lo que pasa con la distancia. La versión imperfecta. El ejemplo a no seguir.

Nos despertaríamos por las mañanas juntos con ganas de vivir. Yo no me escaparía por tu ventana y tú habrías logrado cumplir tus sueños. Ahora caigo por primera vez en que nunca me llegaste a contar ninguno de ellos. En realidad, no dio tiempo a que me contases muchas cosas. A pesar de ello nunca me quise despegar de ti, aunque tres semanas antes ni te ponía cara.

Y lo más importante, no habría dudas ni secretos, ni dobles juegos ni puertas traseras que siempre llevaban a la misma habitación. A los veinte nos mantenían con el corazón acelerado hasta las mil pero, después, tú te agarraste de más a ellos y a mí me empezaron a sobrar. Todo estaría bien porque tú seguirías estando en un pedestal para mí y yo seguiría siendo lo más bonito que habías visto y verías en tu vida. Tal cual. Sin más complicaciones ni dilaciones.

2

Y no necesitaríamos mucho más. Todo así de fácil. Habríamos encontrado el equilibrio perfecto entre tu carácter y el mío, por inexistente que resultó ser. Habría cobrado sentido eso del ying y el yang.

No nos habríamos perdido en los detalles, a los que quizás les dimos demasiada importancia. Habríamos apostado un poco más por nosotros y un poco menos por todo lo demás. Nos habríamos dado cuenta a tiempo de que las cosas buenas hay que cuidarlas como si se tratase del cristal más fino y el orgullo existiría en otra dimensión que no fuese la nuestra. Habríamos sabido distinguir entre beber para recordar o beber para olvidar. Quizás habríamos jugado a otro juego más equilibrado y nos habríamos dado cuenta de que la suma de uno y uno debería ser dos, no tres. No nos habríamos dejado la piel en batallas perdidas ni en guerras invisibles. Todo habría sabido un poco menos a ceniza, las heridas habrían sido menos profundas y los problemas más superficiales. Habríamos pedido permiso en vez de pedir perdón y habríamos sabido distinguir perfectamente la diferencia entre lo correcto, a lo que yo le prestaba mucha atención, y lo adecuado, de lo que tú no habías oído hablar jamás. Habríamos triunfado, a pesar de nada, y habríamos conseguido tachar juntos en el calendario un amanecer más.

Se pueden establecer muchas teorías en cuanto a lo ocurrido, y créeme cuando te digo que habré construido infinitas. Quizás lo alargamos y desgastamos demasiado o a lo mejor era algo que en el comienzo ya estampamos una fecha de caducidad.

Pero lo único que sé seguro es que no nacimos con freno y marcha atrás.

Que ir a mil por hora era pura adrenalina.

Y que pasó lo que pasó precisamente porque tú fuiste tú y yo fui yo.

– Z

 

Fotografías: Anónimo, Catherine Deneuve en el set de Les parapluies de Cherbourg (1964)

De lo poco que me queda

62013skirt1585web1

La vida es un conjunto de momentos y memorias que se puede contar como una historia en orden cronológico en base personas que han formado parte de ella, el transcurso de su visita y los restos de su huella. A algunos los llegas a conocer bien en cuestión de un mes, a otros no tan bien a pesar de los años. A veces decides aprovechar las oportunidades y dejas que alguien se convierta en una parte significante. Otras, alguien es sólo una mera caña un martes cualquiera a las ocho de la tarde. Todo depende de cuánto te merezca la pena la persona, de cuanto te aporte y cuanto quieras vivirlo. Lo que sí que tengo claro es que a todo individuo en algún momento le acabas haciendo un regalo: siempre das una parte de ti, en mayor o menor medida. Valoramos el precio del regalo por medio de la intuición, que suele tener la misma puntería que una escopeta de feria. A veces nos permite dar en el blanco con los ojos vendados y otras fallar el tiro a un metro, ya sea por engaño o acierto. Por prepotencia o por sabiduría. Hay momentos de ignorancia o locura puntual en los que calculas mal y la envergadura del regalo excede y, por desgracia, no está a la altura del destinatario. Lo que nos ayuda a seguir adelante es pensar que algún día, después de tanto practicar, lanzaremos el tiro más preciso de nuestras vidas y seremos felices para siempre.
Hay otro dato a tener en cuenta, el más importante de todos. Según va yendo y viniendo la gente, aumenta la dificultad a la hora de regalar. Es difícil dar otro trocito más de ti mismo cuando ya el saco está casi vacío. Esos últimos trocitos se convierten en tu tesoro más valioso. Los guardas al fondo del cajón más escondido en una cajita a prueba de balas entre algodones. Por si acaso. No vaya a ser que me hagan daño, que a mí ya me han tiroteado demasiado. A ver si es que vuelvo a arriesgar más de la cuenta. Analizas cada vez más al que se lo vas a dar, el tamaño y la duración. Y cuantos menos quedan, mayor es la fuerza con la que te aferras a ellos. Ya te lo piensas dos, cuarenta o cien veces si es necesario el dar uno.

Contigo aprendí que cuesta, cuesta muchísimo desprenderte de uno de los últimos trocitos después de todo lo vivido, pero que no es imposible. Porque el que quiere, puede. Y si quieres con el doble de ganas, ya ni te cuento. El problema es que tardé un poco en darme cuenta de ello y aún así hay días que me sigue costando un poco. Pero sigo porque creo que hay cosas que son inevitables, como que acabásemos juntos.

Contigo aprendí que muy de vez en cuando es posible encontrar a gente tan excepcional en la que, sin saber muy bien por qué, confías tanto que al final te cuesta menos de lo que pensabas darles una parte de ti. Dicen que lo único que puede salvar a un ser humano es otro ser humano.

tumblr_my7b09ifUJ1qlpz8eo1_1280
Contigo aprendí a disfrutar de esas arruguitas que me empezaron a salir alrededor de los ojos que tanto me horrorizaban antes. Las vi de otra forma, les di otro significado. No eran el paso del tiempo, eran el aumento de felicidad.

Contigo me conocí a mí misma un poco mejor, y decidí también que había otras cosas que prefería jamás conocer. Que las palabras a veces sobran. Que las formas están sobrevaloradas. Y que a veces hay que tirarse de cabeza por el precipicio y esperar caer con los dedos cruzados sobre las benditas olas y no las rocas. Por ti decidí saltar una última vez y la verdad es que esta sensación de volar es de las mejores que he vivido. Para ganar, hay que arriesgar, y lo que no te mata, te hace más fuerte.

Contigo realmente supe lo que era la sinceridad y la confianza. Aprendí que si anteponía esos pilares a cualquier obstáculo, sería muy difícil que te fueses.

tumblr_myem27Scb91qlpz8eo1_1280

Contigo descubrí otra forma de valorar a una persona. De igual a igual. Sin comparaciones de actitud o entrega. Sin juegos ni tensiones. Sin dar una de cal y otra de arena. Sino tomando como único juramento la transparencia y como trato mutuo la sencillez. Unos dicen que eso se llama «madurar». Para mí, es tener una relación de verdad.

Contigo aprecié aquello que antes tenía infravalorado: la tranquilidad. Creía que sentir algo real por otra persona era la inestabilidad extrema para experimentar una sensación fuerte. Eso era tan solo la influencia de la imaginación y de demasiadas decisiones erróneas. Eso tan solo conducía a asentar unas bases tan inestables que llevaban automáticamente a una permanente autodestrucción. Eso es algo que de lo que huyo ya.

Contigo aprendí, aprendo y quiero seguir aprendiendo, porque has hecho que vuelva a encontrar las ganas y no hay nada más que me guste en este mundo que oír la unión de las ocho letras que componen la palabra “nosotros”.

– Z

Fotos de The Sartorialist y Hawaiian Coconut.